El exintendente de Asunción, Óscar “Nenecho” Rodríguez, está en el epicentro de un escándalo que estremece a todo el país. Una auditoría demoledora revela un saqueo millonario de casi G. 13.000 millones que no se perdieron, sino que, simplemente, desaparecieron en una red de gastos sin rastro. Esto no es un simple error: es una operación de robo descarado a las arcas públicas.
La Lógica de un Fraude Organizado
El informe de auditoría funciona como un interrogatorio que nos fuerza a confrontar una realidad absurda. No hay lógica en la corrupción, solo un patrón de mentiras:
Combustible y leche que se esfumaron: Se pagaron sumas gigantescas, pero ¿dónde están? No hay inventario, no hay registro de su uso. Se evaporaron, como si nunca hubieran sido comprados. ¡Un engaño perfecto!
Materiales de construcción sin destino: Miles de millones en insumos asfálticos y otros materiales, ¿pero para qué obras? Las pruebas no existen. ¿Se construyeron calles invisibles con dinero real?
Horas de trabajo infladas: Las órdenes de pago de recolectores de basura registran jornadas de casi 12 horas. ¿Eran súper trabajadores o se inflaron los pagos para justificar los desvíos? La respuesta es obvia.
Cada una de estas anomalías nos lleva a la misma y triste conclusión: el dinero de Asunción no se usó para el progreso, sino para llenar los bolsillos de unos pocos.
La Renuncia: Un Doble Filo para la Impunidad
Óscar «Nenecho» Rodríguez ahora enfrenta a la justicia, pero el daño ya está hecho. La renuncia, que para algunos es un acto de responsabilidad, es en realidad un movimiento de doble filo. Es una forma de evitar un juicio político humillante y, en cambio, llevar el caso a los tribunales. Esta táctica, revestida de la retórica del «deber», podría ser la llave para que el caso se diluya en la lentitud del sistema judicial.
Este no es solo un escándalo más, es una bofetada a cada ciudadano que paga sus impuestos. La hegemonía política permite que estas figuras renuncien, no como un acto de justicia, sino como una jugada maestra para proteger la maquinaria de la corrupción. La dialéctica es clara: la lucha por la transparencia contra el poder de la impunidad. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos de esta farsa?
